La visita es interesante para dos amantes del vino. Es un lugar realmente precioso (un antiguo monasterio) y a través de una audioguía uno va enterándose de los distintos procesos y herramientas utilizados en la elaboración del vino.
Al final de la visita, un sommelier brinda una charla personalizada en donde explica las distintas regiones vitivinícolas francesas, sus cepas características y otras curiosidades. Se asombró de nuestros conocimientos sobre el tema (no es que sepamos demasiado, pero entendemos que debemos estar sobre la media de la mayor parte de los turistas). Y, por último, la parte más interesante: la degustación a ciegas de tres vinos. O nuestro olfato y paladar estaban muy castigados por el frío o los vinos franceses son muy distintos, porque no pegamos ninguno. De todas maneras, estaban riquísimos!
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